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sábado, 1 de julio de 2017

DE PRONTO (Saiz de Marco)



Salgo de la oficina con el maletín en la mano y de pronto, ¿qué pasa?, de pronto soy el inmigrante de la esquina que ofrece "La Farola" (el periódico de los "sin techo"). Mientras sostengo en mis manos los periódicos veo al inmigrante cruzar la calle, vestido con mi chaqueta y llevando mi maletín. Lo veo convertido en mí.

Apenas doy crédito a mis ojos: ahora él es yo y yo soy él.

El inmigrante (transformado ahora en ejecutivo) pasa de largo, no me compra el periódico, ni siquiera se para a mirarme.

El que en este momento cruza la calle es el alcalde. Sólo que ahora el alcalde es quien recoge los cubos de basura. Los pone boca abajo y vierte su contenido en un camión. Se me hace extraño verle así de sucio y vestido con un mono de trabajo.

Pero aún más raro se me hace ver al basurero ataviado con chaqueta y corbata, en el asiento de atrás del coche oficial de la Alcaldía.

Y esa chica con la que diariamente me cruzo mientras hace footing, ¿por qué va en silla de ruedas? ¿Acaso se ha invalidado? ¿Habrá sufrido un accidente?

¿O será otro intercambio, otra permuta de destinos? Sí, debe de ser eso, porque en este momento pasa junto a mí, corriendo como una gacela, la mujer parapléjica que vive en este barrio.

Han pasado varias horas. Sigo en la misma esquina, ofreciendo "La Farola". Tengo hambre, estoy cansado y me duelen los pies. En todo este tiempo sólo he vendido dos ejemplares. Con lo que me han dado por ellos (la limosna, a fin de cuentas, del mendigo que ahora soy) tengo que comprar la comida, la cena, el desayuno de mañana...

De mañana: porque es posible que mañana yo siga siendo el inmigrante en paro que vende "La Farola". Porque es posible que nunca vuelva a ser quien era: el ejecutivo que ayer mismo salía de la oficina con un maletín en la mano. Porque es posible, en fin, que los trueques no tengan marcha atrás.

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