Él no tiene especial interés en que abran la fosa de su abuelo. Pero el caso es que, después de décadas de prohibición, la ley permite abrirla y sacar los restos para llevarlos al cementerio.
No es sólo la fosa de su abuelo. Es una fosa común en la que hay enterrados otros seis hombres. Fueron asesinados en 1936, al principio de la guerra. Los fusilaron y en el mismo sitio cavaron un hoyo donde echaron los cadáveres.
No es sólo la fosa de su abuelo. Es una fosa común en la que hay enterrados otros seis hombres. Fueron asesinados en 1936, al principio de la guerra. Los fusilaron y en el mismo sitio cavaron un hoyo donde echaron los cadáveres.
Han sido otras familias las que han pedido la exhumación.
Tras extraer los restos hay una especie de homenaje. Es un acto abierto a todos, y están expresamente invitados los familiares.
Pide a sus hijos que acudan y éstos, de mala gana, van.
Casi todos los asistentes son ancianos. Parece un congreso de la tercera edad.
Como descendiente de uno de los homenajeados, le toca hablar. Entonces explica que no conoció a su abuelo pero su padre le habló de él. Le contó que fue un maestro con ideas socialistas que no tenía reparos en defender en público sus convicciones. Su lema era Cultura para el pueblo. Educación = Liberación. Le mataron por eso y por estar afiliado a un partido del Frente Popular.
Cuando termina de hablar, y sin esperar a que el acto concluya, sus hijos se levantan y se van.
Después del homenaje, de camino a casa, va pensando en su abuelo y también en su padre. Éste tenía seis años cuando lo dejaron huérfano. Durante toda su vida tuvo que tragarse la rabia, no remover recuerdos para no ser represaliado. De otro modo le habrían impedido ser funcionario de Telégrafos.
Cuando llega a casa, su hija está en el salón viendo Gran Hermano mientras habla por el móvil. Su hijo está en su cuarto siguiendo, en el ordenador, el gran premio de Malasia de Fórmula 1.
No se atreve a preguntarles qué les ha parecido el acto ni su intervención. "Bah, rollos de viejos" (imagina la respuesta).
Son sus hijos. Son buenos chicos. No saben qué es pasar hambre, tratar de dormir con el estómago vacío. No saben qué es ser analfabeto: ver un libro o un cartel y no entenderlo. No saben qué es tener que ir, con once años, a trabajar de sol a sol...
No: en poco tiempo la vida ha cambiado mucho y ellos no han vivido nada de eso.
De todos modos, tampoco les espera una vida fácil. No es fácil emanciparse, ni encontrar trabajo estable, ni tener casa propia... No han de sufrir las carencias de otro tiempo, pero aun así su futuro es complicado.
En su cabeza se agolpan Gran hermano, Cultura para el pueblo, Gran premio de Malasia, Bah rollos de viejos… Todo eso se le amontona en la cabeza y apenas entiende nada.
Es todo muy complejo. Los andaluces aceituneros altivos de Jaén ahora son... senegaleses.
ResponderEliminarNo solamente el pasado es un país extranjero, sino que además es imposible predecirlo.
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