Nos enlazamos desnudos en el campo y pronto nos separamos de la tierra y volamos dulcemente. En la cabeza llevábamos coronas de hierro.
La brisa nos llevó de un lado para otro y en ocasiones girábamos en torno a nosotros mismos, siempre unidos, vertiginosamente. Pero las coronas no se caían.
Así recorrimos en unos instantes varias regiones diferentes, mis muslos entre los suyos, mi mejilla sobre la suya y las dos coronas tocándose.
Al terminar las últimas convulsiones, de nuevo volvimos a la tierra y observamos que las coronas nos habían herido la frente y que la sangre resbalaba.
Cuando me pongo a escribir el tintero se llena de letras, la pluma de palabras y la hoja blanca de frases.
Entonces cierro los ojos y, mientras oigo el tictac del reloj, veo cómo giran en torno a mi cerebro, diminutos, el pobrelocoamnésico perseguido por el filósofodelamandrágora.
Cuando abro los ojos las letras, las palabras y las frases han desaparecido y sobre la hoja blanca ya puedo comenzar a escribir:
"Cuando me pongo a escribir el tintero se llena de letras, la pluma". Etc.
Nunca supe por qué todos la llamaban "Filosofía".
Me decía que yo soy el sol y ella la luna, que yo soy el cubo y ella la esfera, que yo soy el oro y ella la plata.
Entonces de todo mi cuerpo salían llamas y de todos los poros de su cuerpo lluvia.
Nos abrazábamos y mis llamas se mezclaban con su lluvia y se formaban infinitos arcoíris a nuestro alrededor.
Y fue entonces cuando ella me enseñó que yo soy el fuego y ella el agua.
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