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viernes, 30 de junio de 2017

INSTRUCCIÓN 6 (Leila Guerriero)


Pase un buen rato en el supermercado. Esfuércese. No siempre hace las compras, así que aplíquese con entusiasmo. Mire la lista que han confeccionado juntos: harina, huevos, café. Cuando no encuentre lo que busca —eso que en la lista figura con todo detalle: marca, cantidad— pregúntese: “¿Qué hubiera comprado ella?”. Escoja en consecuencia. Después de un rato, chequee si falta algo y diríjase a la caja. Pague. Camine hasta su casa con brío, las bolsas colgando de los brazos potentes. Siéntase como un cazador-recolector que regresa a la cueva con la presa al hombro. Al llegar, anuncie: “¡Llegué!”. Vea cómo ella se acerca caminando por el pasillo, con esa actitud que tiene en los últimos tiempos, como si se sintiera molesta, incordiada por algo que usted no alcanza a saber qué es. Deje las bolsas sobre la mesa y empiece a sacar la mercadería. Diga: “Acá está el té, la harina”. Escuche cómo ella dice: “Esa no es la harina que te pedí”. Diga: “No había, pero traje esta que parecía igual”. Escuche cómo ella dice: “No es igual. Es más gruesa”. Sienta, dentro suyo, un cosquilleo en el que se mezclan la tristeza y la ira. Diga: “Bueno, la cambio”. Escuche que ella dice: “No vas a ir sólo para cambiar un paquete de harina. En algo la usaremos”. No responda. Vea cómo ella tiene en el rostro esa expresión que a usted le produce miedo y alarma: un gesto rígido de reprobación muda, como si todo su ser estuviera diciendo: “No se puede confiar en vos, no hacés nada bien”. Recuerde cómo, hasta hace poco, usted era su héroe: cómo ella tenía fe en que usted podía arreglarlo todo: un caño roto, la falta de dinero, incluso el clima. Diga: “Traje arándanos”. Escuche cómo ella, ya de espaldas, yéndose por el pasillo, dice: “Bueno. A vos te gustan”. Pregúntese cómo, por qué, en qué momento empezó a ser, para ella, un perfecto imbécil.


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