Se acumulan trastos en la casa. La mitad de lo que uno guarda (recuerdos, papeles…) no sirve para nada. No merece la pena conservar estas estanterías. Ni tampoco el abrigo pasado de moda, ni los zapatos desgastados, ni el jersey que ya suelta pelusa.
Tiro a la basura todo eso. ¿Para qué llenar de bártulos el camión de mudanzas?
Y ahora viene lo peor: clasificar y empaquetar lo que sí voy a llevarme.
Me tomo un respiro, me asomo a la terraza y desde allí veo a alguien: Un hombre que busca entre la basura cosas aprovechables y que, tras mirar dentro de un cubo, saca y se lleva mi jersey, mi abrigo, mis zapatos…
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