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lunes, 4 de agosto de 2014

ESTÁS AVISADO (Saiz de Marco)

-Hola, Miguelín, ¿qué haces?


-Pues ya ve, escribiendo. Y cuando no encuentro una piedra donde apoyar la libreta, la pongo sobre el lomo de una cabra.


-¿Te gusta escribir, verdad?


-Es lo que más me gusta en el mundo. Leer y, sobre todo, escribir.


-Me lo ha dicho tu maestro: que es una pena que tu padre te haya sacado de la escuela. Que eres un niño muy talentoso y podrías llegar lejos si estudiaras.


-Bueno, ya no soy un niño. Y prefiero que me llame Miguel.


-Es verdad. Es que me acuerdo de cuando ibas a la escuela con mi hijo y te sigo viendo igual. Pero los dos habéis cumplido ya los dieciocho. Mi chaval está ya estudiando en Valencia.


-Ya me habría gustado a mí seguir estudiando. Pero mi padre se empeñó en que tenía que cuidar las cabras. Y eso que los curas del colegio hablaron con él, y hasta le ofrecieron darme una beca, pero no hubo forma de convencerlo.


-Y tú no has nacido para pastor, ¿verdad?


-Pues verá. Si no hubiera ido a la escuela, si no hubiera leído poesía (a Góngora, a san Juan de la Cruz, a Calderón…), pues quizá llevaría mejor lo de las cabras. Pero ahora que he conocido la escritura, cada vez detesto más ser pastor. Aprovecho cualquier rato para leer y escribir. Por suerte tengo quien me presta libros: un canónigo de la catedral y algunos amigos que han seguido estudiando.


-Y también compones. ¿Me dejas leer lo que estabas escribiendo?


-Es que me da vergüenza. Además, tengo que corregirlo. Primero escribo la idea y después la pulo. Me gusta que los versos rimen bien, y que al leerlos parezcan naturales, como si la rima hubiera salido sola: que no se note el trabajo que hay detrás.


-¿Sabes una cosa, Miguel? A veces me pasa algo muy raro. Tengo como visiones del futuro. Y a menudo las cosas que veo se cumplen.


-¿Y por qué me dice eso?


-Pues porque el otro día tuve una visión en la que aparecías tú.


-¿Ah, sí?


-Sí. Te vi triunfando en los ambientes literarios. Te vi en Madrid, rodeado de escritores famosos, codeándote con ellos. En tus versos denunciabas la injusticia: los jornaleros de la aceituna, los niños yunteros… Quizá por la injusticia que ahora sientes al no poder estudiar.


-¿De verdad? ¿Y gustaban mis versos?


-Mucho. Pero después pasaban más cosas. Y eso ya no es tan bonito.


-¿Qué más pasaba? Siga contándome, de todas formas yo no creo en premoniciones.


-Pasaban cosas muy tristes. Había una guerra y tú luchabas en uno de los bandos. Empuñabas a la vez las armas y la pluma. Con tus versos arengabas a las tropas. Te conocían como el “poeta-soldado”.


-Bueno, eso no sería tan malo. Si mis poemas gustasen, lo demás no importaría.


-Pero no es todo. En mi sueño (no era exactamente un sueño, sino una duermevela) te vi en una cárcel. Habías perdido la guerra y los vencedores te acusaban de exaltar a los soldados de tu bando. En la cárcel estabas abatido. Tu mujer y tu hijo (durante la guerra te habías casado) no tenían qué comer: sólo cebolla. Allí, en la cárcel, escribías tus versos más grandiosos y también los más tristes. Acababas diciéndole a tu hijo “No sepas lo que pasa ni lo que ocurre”. ¿Y sabes por qué? Porque lo que pasaba era tan horrible que la palabra “pasar” se quedaba corta. Y no sólo eso, Miguel. La historia es aún más cruel. Terminabas muriendo allí, en la cárcel, de tuberculosis.


-…¿De verdad ha soñado todo eso?


-Ya te he dicho que no es sueño. Es algo que a veces me pasa por la cabeza al despertarme. Dura quizá dos minutos pero a mí se me hacen horas.


-Bueno, le agradezco que me lo cuente, pero ya le he dicho que no creo en esas cosas. El tiempo de los profetas ya pasó. No voy a dejar de escribir por lo que me ha contado. Además, aunque quisiera no podría.


-En fin, ya te he dicho lo que vi. No puedo asegurarte que vaya a cumplirse. Mis visiones no siempre aciertan. Sólo te pido que lo pienses, y que andes con cuidado. Si haces lo que tu padre te ha dicho, si no vas a Madrid, si te quedas aquí en Orihuela cuidando el ganado, nada de lo que te he contado pasará. Como cabrero tu vida será sencilla y mediocre, pero no irás a la cárcel, no sufrirás, no morirás joven.


-Eso no puede ser. No es que yo quiera ser poeta, es que no puedo dejar de serlo. Así que antes o después voy a dejar el pueblo e irme a Madrid.


-Es tu vida, Miguel. Pero piensa en lo que te he dicho. Tengo cosas que hacer, te dejo con tus cabras. 

4 comentarios:

  1. La cabra tira al monte y Miguel Hernández a la letraherida.

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  2. ¿Ironía del destino?. El juez militar que instruyó el sumario de Miguel Hernández tras la Guerra Civil, Manuel Martínez Gargallo, había sido un popular humorista literario de la Generación del 27 que firmaba con el seudónimo de Manuel Lázaro, según sostiene un catedrático de la Universidad de Alicante.

    El profesor de Filología Española, Lingüística General y Teoría de la Literatura de la Universidad de Alicante (UA), Juan Antonio Ríos Carratalá, ha afirmado, en declaraciones a Efe, que "la doble identidad del juez y el humorista está comprobada" tras haber consultado varias hemerotecas digitales, entre ellas la de la Biblioteca Nacional, la del diario ABC y la del Heraldo.

    Ríos Carratalá, que lleva más de una década investigando sobre la Guerra Civil y la represión, y ha publicado varios libros relativos a esa época de la historia española, mantiene que le "sorprende" que "nadie" haya revelado o refrescado esa paradoja, cuando aparece, según él, en esas hemerotecas.

    "En la primavera de 1939, Manuel Martínez Gargallo fue nombrado por las autoridades militares juez instructor para resolver todos los casos relacionados con quienes habían colaborado en la prensa republicana, entre ellos Miguel Hernández", ha recordado Ríos Carratalá.Ha señalado que "la mayoría de estos casos siguen pendientes de un estudio, pero el de Miguel Hernández cuenta con una amplia bibliografía. Gracias a la misma, conocemos el nombre del juez" instructor del sumario del poeta, "aunque nadie parece haberse preguntado acerca de su perfil biográfico".

    Al analizar el proceso seguido contra un periodista republicano condenado a muerte, buscó datos acerca del juez instructor, cuyo comportamiento le llamó "la atención por su celo represor".

    "El resultado de los mismos incluye la sorpresa de que Manuel Martínez Gargallo había sido, entre 1926 y 1931, uno de los más populares humoristas literarios y colaborador en diversas revistas: Buen Humor, Gutiérrez, Ondas, Cosmpólis, Blanco y Negro, Cinegramas, Nuevo Mundo, La Gaceta Literaria, ABC...", ha dicho.

    Según Ríos Carratalá, "estas colaboraciones, escritas con el seudónimo de Manuel Lázaro, le han llevado a figurar entre los miembros de la 'Otra generación del 27', la de los humoristas, como Miguel Mihura y Enrique Jardiel Poncela, entre otros, que por entonces renovaron el humor español".

    "Nadie había relacionado al juez Manuel Martínez Gargallo, que fue especialmente celoso en la represión, con el humorista Manuel Lázaro, aunque esta doble personalidad fue indicada por Miguel Pérez Ferrero en un obituario publicado en ABC el 12 de abril de 1958", ha señalado.Incluso, según ha podido comprobar Efe, hay un artículo publicado con anterioridad, el 3 de septiembre de 1954, por el mismo autor en este diario que corrobora ese extremo.

    El profesor de la UA ha asegurado que "a Miguel Hernández no le procesaron por poeta, sino por periodista", y ha precisado que el juez Manuel Martínez Gargallo no conocía al autor de 'El rayo que no cesa'.

    Los dos "pertenecían a mundos completamente alejados", ha afirmado Ríos Carratalá, quien ha indicado que Manuel Martínez Gargallo dejó de ser humorista literario tras ser nombrado juez un poco antes de la Segunda República, en marzo de 1931.

    "Según una nota publicada en El Heraldo (19-III-1931), corría por los mentideros literarios y periodísticas que, en el caso de haber nuevos procesos, todos llamarían al colega ahora juez, dado su humor y previsible benevolencia", ha expuesto.

    Tras pasarse durante la Guerra Civil al bando franquista y llegar a ser capitán del cuerpo jurídico, "se encargó de enjuiciar a sus antiguos compañeros, pero sin nada de humor y con una especial inquina en algunos casos, en parte para hacer méritos y en parte también por cuestiones personales", según el catedrático de la UA.

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  3. (sigue)

    El profesor desconoce el lugar y la fecha de la muerte de este 'juez humorista', "pero nadie le preguntó -sostiene- por las decenas de consejos de guerra que instruyó contra periodistas, escritores y dibujantes, incluido el que le ilustraba sus relatos, Echea, a quien condenó y estuvo a punto de llevar al paredón". Ríos Carratalá tiene intención de publicar el próximo año un artículo sobre este tema en "Anales de Literatura Española Contemporánea", una revista de los hispanistas norteamericanos que edita la Universidad de Temple (Filadelfia).

    En

    http://www.elmundo.es/cultura/2014/05/12/53707abfca4741d77f8b456b.html?a=79a31f891aaa73be36fed4a80701b383&t=1399888784

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  4. Porque soy como el árbol talado que retoño...

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