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miércoles, 13 de agosto de 2014

AY (Saiz de Marco)

No es la primera matanza de esta clase. La primera fue en Hiroshima en 1945 y a los pocos días hubo otra. Pero varias décadas después hubo más. Varias más. Y mucho más mortíferas.

Las primeras masacres, con unas 100.000 muertes, fueron pequeñas en comparación con las siguientes.

Esta última ha dejado varios millones de cadáveres. Y ya no habrá más.

No habrá más porque no hay más humanos que matar. Los últimos son los afectados por esta explosión. Y los que aún no han muerto están agonizando.

Quedan sólo unos pocos con vida. En unos minutos morirán y entonces ya no habrá nadie en el planeta. Se acabó: fin de una especie.

¿Quién será el último en extinguirse? Poco importa. A lo sumo aguantará unos minutos más que el resto. ¿Y cuál será la última palabra que pronuncie: el último rescoldo de una voz hablada?

El único humano que aún vive no puede ver ni oír. Pero sí siente: todavía conserva esa capacidad.

A punto de expirar hace un gesto de dolor, mueve su boca -seca y sedienta- y con el residuo de voz que le queda dice “Ay”.

“Ay”. Es la última palabra que resuena en la Tierra. Ni siquiera una voz articulada, sólo un lamento. Casi un gemido animal.

Y luego no más voces ni más palabras.

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