EL JUDÍO ERRANTE (Otto Raúl González)
El Supremo Comandante Interespacial le ordenó a Ahasvero que se desnudara para examinar su cuerpo longevo y el hombre, en vez de quitarse la ropa, se empezó a quitar los siglos. Al despojarse del siglo 20 aparecieron delaciones, torturas, crímenes, llagas, pústulas atómicas, guerras interminables, campos de concentración y discriminaciones raciales, luego, se desnudó el siglo 19 y en su piel sarmentosa surgieron persecuciones, fusilamientos, masacres, quiebras, hecatombes, terremotos, y otras catástrofes; en el siglo 18, los atónitos ojos de los testigos vieron arrasamientos de pueblos enteros, aguillotinamientos, violaciones, chorros de pus; el siglo 17 mostró quemas de brujas, torturas de siervos, infamias e infidelidades; en el 16 y el 15 brillaron ciudades incendiadas, asaltos a sangre y fuego, hambres, empalamientos, y alguna que otra pequeña estrella entre los pliegues sombríos de la piel; en el 14 se vieron desollamientos, ignominias, epidemias y envenenamientos; en el décimo y noveno; oscuridad total y ritos perversos; en el quinto ya se empezó a ver un poco de claridad; al caer los velos del primer siglo de nuestra era, se distinguió una enorme luz que alumbraba vastos campos, arrasados, matanzas, y degüellos de infantes, flores, pisoteadas, palomas muertas, vísceras llenas de polvo y palpitantes aún. “Basta”, dijo el comandante en jefe, “este hombre es inmortal; déjenle libre para que siga vagabundeando por todas las galaxias”.
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