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lunes, 15 de mayo de 2017

LA HUIDA (Saiz de Marco)


Ha salido a comer. Busca con avidez las bayas, hierbas… Traga deprisa, no sólo porque tiene hambre (ha de ingerir más comida porque está amamantando a sus hijitos), sino porque cada segundo que esté fuera aumenta el riesgo. El peligro de ser devorada.

El ataque puede venir de cualquier sitio. Los felinos no avisan. Están siempre al acecho y sorpresivamente embisten con sus garras. Ni tampoco los zorros, las serpientes… Incluso desde el cielo puede llegar la agresión. Hay águilas que apresan con sus patas ganchudas y golpean después con su gran pico curvo.

Acaba de comer y vuelve a la madriguera. Respira con alivio. Por fin está en casa.

Pero no, ahí tampoco está a salvo. A la madriguera entra un hurón. Es pequeño y delgado como ella (por eso ha podido entrar), pero posee afilados dientes que atraviesan la carne.

Echa a correr. Tiene que alcanzar otra salida, huir de ese refugio -laboriosamente excavado por ella- que de pronto se ha convertido en una trampa.

Menos mal que la madriguera tiene varias bocas. Por una de ellas escapa. Sabe que en los túneles han quedado sus crías. Sabe también que no volverá a verlas: que ya nadie mamará de sus pechos.

Corre hacia los matorrales para esconderse en ellos (ahí fuera puede haber humanos provistos de escopetas). Mientras corre, con su pequeño cerebro se pregunta algo parecido a ¿habrá un sitio, un solo sitio en el mundo, en el que yo pueda estar segura?



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