Ella tiene escondido en un mueble del comedor un libro que se llama El secreto de la Vida. Ella es mamá: cuando uno es niño, ella es mamá. Ella, como se llamaría a una tirana a una traidora. Mamá se le dice cuando es de uno, cuando hace cosas fuera de uno, es ella. Vi el libro de refilón una vez, la tapa es rosada y tiene a una señora con un bebé en brazos. Hasta llegué a hojearlo: hay una mujer dibujada de perfil y adentro tiene el bebé, un feto. Me quedo de una pieza. Me doy cuenta que es ese el sitio dónde los niños están antes de nacer; no se me ocurre que la madre se lo devoró, ni ninguna cosa loca. Nada más me decepciono de ella, de sus mentiras. Me habían contado lo de la estrella, que los niños están en una estrella, eligen desde allá arriba a los padres que desean tener y luego bajan y nacen en esa casa. Me parece una verdadera mentira ese asunto; yo no puedo creer que haya elegido venir a esta casa. Seguro había mejores opciones, podría haber nacido en un castillo, en el bosque. Ofende mi primitiva inteligencia pensar que la elegí a ella que no hace sino mentirme y a él, del que es mejor no hablar. Pero el cuento de la estrella me lo largan cuando nace mi hermana. Me dan una caja de hojalata con los Picapiedras estampados; está llena de bombones de chocolate y agregan que es el regalo que me trae mi hermana desde el Cielo. Así que hay bombonerías en el Cielo. Además de Dios, los ángeles, la gente que ya no está, los niños que no nacieron, los astronautas, los planetas, las estrellas, el Sol y la Luna, el lorito barranquero que tenía y despareció. Demasiado poblado el Cielo.
De todos modos, no tengo una real curiosidad acerca de cómo vienen los niños al mundo. Prefiero los libros, aunque este libro que ella esconde se esmere en contradecirla. Una vez que descubro dónde lo pone, hago un trabajo de lector hormiga. Lo saco del cajón del mueble, cuando ella no está y leo un poco. Lo leo y voy comprendiendo, como bien dice el título, el secreto de la vida. Hay muchas ilustraciones de cómo son por dentro las caderas de las chicas. Algo que se llama trompas de falopio, útero, ovarios, vagina. No entiendo bien para qué sirven, debería preguntarle a ella, pero ella me pegaría ahí mismo un bofetón si se entera de que leo su libro. Pienso que me aguantaré las dudas, porque al fin y al cabo, el libro como libro en sí mismo es bastante aburrido. No está contando una historia, nadie hace nada en especial. Hace poco descubrí un animal que se llama guepardo, pero le dicen chita. Es el más rápido del mundo. Es bello y rápido aunque sus omóplatos parecen jorobas si no se mira con atención. Eso me parece algo remarcable que contar, el chita.
Y a ella no le creo más nada.
Así defino mi infancia, mi adolescencia y casi todo lo que resta.
Ella miente.
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