Elige un relato al azar

Ver una entrada al azar

sábado, 23 de julio de 2016

LA QUE ENVEJECIÓ TRES VECES (Rafael Cansinos Assens)


Aquella mujer había sido madre de tres hijas: de tres hijas hermosas que reproducían sucesivamente la imagen de su belleza original, ya abolida por el tiempo. Ella en el matrimonio, y más tarde bajo los velos de la viudez, semejante a esas aguas opacas y frías en que un día radiante encuentra su ocaso anticipado, había perdido toda su belleza; pero maravillosamente la recobraba en cada juventud de sus hijas; y era así como una mujer que hubiese tenido tres juventudes o tres máscaras bellas que mostrar a la vida.

Por tres veces, una después de otra, crecieron sus senos y se renovó su cabellera y revivió la llama de sus ojos. Y cada vez que el milagro se operaba, ella, que había envejecido en la pobreza virtuosa, pensaba, con tardía avaricia: «Esta vez no me dejaré engañar por el amor; trocaré mi hermosura por algo valioso y la pondré en las balanzas donde se pesan las mercaderías preciosas. ¿De qué me sirvió en otro tiempo la virtud?» Y al lado de la hija, florida en su hora, aguardaba la llegada del tentador infalible.

Pero cuando el tentador llegaba, con su arquilla repleta de gemas y su espejillo constelado de diamantes, la costumbre de su virtud triunfaba en el alma de la hija, demasiado soberbia para trocar su honor por una imagen engalanada. Y el tentador se iba con su arquilla repleta, riendo del pueril prodigio de verse rechazado; y en su sombra fugitiva otoño anticipado agostaban las rosas que por una vez se ofrecen a las mujeres.

Y entonces la madre sentía un arrepentimiento tardío y se retorcía las manos; y para consolarse, posaba los ojos en la hija menor y decía: «Cuando ésta alcance su hora florida y vuelva otra vez el tentador infalible, no lo dejaré ir». Y confiada en la suerte, pues que una mujer joven dormía en sus rodillas, aguardando el instante de pleno florecer, y unas trenzas femeninas crecían en las sombras, marcando horas cada vez más largas y primaverales, esperaba la llegada del tentador infalible, de ese que en cada primavera presiente la fragancia a miel cuajada de una virgen nueva.

Pero cuando venía el tentador, el resabio de su virtud orgullosa triunfaba en su hija: y nuevamente eran despreciadas las gemas y los espejillos aduladores y por grande que fuese su deseo de vender su belleza, un gesto de orgullo intempestivo malograba el porvenir soñado. Y de nuevo era perdida la ocasión de lograr lo que sólo se le ofrece a una mujer joven. Y nuevamente la mujer envejecía, sin opción ya a las rosas ni a los diamantes: y menguaban sus senos y se apagaban sus ojos en la noche de sus velos de viuda.

Mas otra vez, se consolaba su alma triste interrogando el presagio cierto de la belleza naciente de una hija, con la que había de tornar una primavera.

Pero cuando la última de las hijas alcanzó la plenitud de su hora florida y vencida por el ejemplo de las hermanas, rechazó también al seductor infalible, cuando éste se hubo alejado, para no volver más, puesto que en la casa ya no había ninguna mujer, cuando toda esperanza de desquite hubo de darse por perdida, entonces fue cuando la madre de las tres hijas se consideró vieja definitivamente y sin esperanza de ver entrar en su casa ya más al seductor, perdida ya toda posibilidad de lograr las rosas ni las gemas, que sólo son ofrecidas a una mujer joven, se abrazó a sus tres hijas y lloró con ellas, con la desesperación inexpresable de quien por tres veces perdió la juventud y la belleza, que las demás mujeres pierden una sola vez y lloran toda la vida.


1 comentario:

  1. ¡Pobre señor!: debió ser duro lograr ser escritor apellidándose "Cansino".

    ResponderEliminar