Elige un relato al azar

Ver una entrada al azar

domingo, 14 de septiembre de 2014

NOVILLOS (Miguel Delibes)

Ante la puerta del colegio Federico se detuvo y escudriñó los alrededores. Federico era un chico grueso, apático y con tanta pereza como grasa. No se veía ningún profesor en los alrededores y, en cambio, divisó a su amigo Ángel que se dirigía al colegio dando distraídos puntapiés a una lata vacía. Ángel era un muchacho enclenque, desfibrado y sin voluntad. Al oírse llamar por su amigo, Ángel despachó la lata de una puntera y levantó los ojos:
- ¿Qué haces que no entras? –inquirió.
El redondo y terso rostro de Federico se abrió en una generosa sonrisa como la cala de un melón:
- No voy a entrar; no tengo ganas de estudiar hoy ni de oír aburridas explicaciones. He decidido irme al parque a echar un cigarro. ¿Vienes?
Ángel vaciló.
- El caso es que… ¡Bueno, me voy contigo!
Atravesaron juntos dos calles y entraron en el parque. La mañana estaba tranquila, preservada la suave temperatura por unas gruesas y negras nubes que formaban en el cielo como un gigantesco toldo. Federico manifestó, de repente, su acendrada inquina hacia los libros.
- No me digas que nuestra vida no es asquerosa. Por la mañana al colegio, por la tarde al colegio, del colegio a la cama y de la cama al colegio. ¿Cuándo demonios van a dejarnos fumar un cigarro tranquilos?
Al hablar, su barriguita opulenta se balanceaba al compás de su indignación
Temeroso de que su amigo se hubiese arrepentido de acompañarle añadió:
- Fíjate qué cosa más grande es la libertad. Verás qué mañana más superiorona pasamos. Nada, chico, esto es vida y lo demás son ganas de fastidiarnos.
Encendieron los pitillos y se sentaron en un banco. Ángel sólo fumó hasta la mitad. Federico, por el contrario, apuró con fruición aparente la sucia colilla. Transcurrió un minuto. Luego, otro. Al tercero, ambos, sin ponerse de acuerdo, vomitaron entre retorcidas convulsiones el medio digerido desayuno.
- Me ha sentado mal. ¡Qué diablos me habrá ocurrido! Nunca me ha pasado nada tan raro: parece como que me muriese.
Ángel ni siquiera podía hablar. De improviso comenzó a llover. Caían unos gruesos y pesados goterones que se destripaban en mil gotitas microscópicas al romper sobre ellos. Federico y Ángel se refugiaron bajo un árbol. Los dos estaban pálidos y se encontraban mal. Ángel insinuó:
- ¿Por qué no nos vamos a los soportales de la plaza?
Más experimentado, Federico le atajó:
- Estás loco. Allí podrían vernos. No podremos movernos de aquí hasta que salgan del colegio.
Se acurrucaban junto al tronco del árbol en su afán de preservarse de la lluvia implacable, pero ésta, cada vez más copiosa, se filtraba entre las hojas y se descolgaba hasta ellos, produciéndoles unos escalofríos febriles. No se cruzaban una palabra. Transcurrida una hora, Federico rompió el silencio:
- ¿Cómo lo pasas?
- Yo, bien. ¿Y tú?
- En grande, chico. Es maravillosa la libertad.
La lluvia arreciaba y las ropas de Federico y Ángel estaban cada vez más empapadas. Ninguno de los dos hablaba, como si el esfuerzo de hacerlo hubiera de robarles unas calorías imprescindibles en aquellos momentos. Pasaron dos horas más. Federico dijo al cabo:
- Se nota un poco de frío, ¿no crees?
- Sí, la verdad, yo estoy helado.
- Pero, así y todo, qué bien se está aquí, ¿no es verdad?, sin hacer nada.
Ángel recordaba la buena temperatura del colegio y la lección de Historia con nostalgia. Mas su voluntad era tan débil que asintió:
- Sí, es verdad, tienes razón.
Una hora más tarde, ateridos y calados hasta los tuétanos, corrieron al encuentro de sus compañeros que salían jubilosos del colegio. Andrés, el primero de la clase, se sorprendió al verlos:
- ¡Hola!, ¿pero dónde habéis estado metidos?
Federico adoptó una actitud condescendiente.
- Nada, hemos hecho novillos y lo hemos pasado en grande. No sabéis lo bien que sabe un cigarro en una mañana de libertad.
Miró a su amigo Ángel convertido en una piltrafa, y le propinó un espaldarazo:
- ¿No es cierto, Angelito?
Ángel, con las lágrimas a punto de saltarle de los ojos, respondió cariacontecido:
- Sí, sí… lo hemos pasado en grande., ya lo creo… Una mañana estupenda… Desde luego no hay nada como la libertad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario