Una tarde, mientras hablaba acerca del amor, un leopardo levantó la cabeza y dijo al ermitaño:
-Nos hablas del amor. Dinos, Señor, ¿dónde está tu compañera?
-No tengo compañera -contestó el ermitaño.
Entonces un gran grito de sorpresa se elevó del coro de bestias y aves, y comenzaron a decirse unos a otros:
-¿Cómo puede él hablarnos sobre el amor y el compañerismo cuando él mismo no sabe nada acerca de ello?
Y, lentamente, con actitud desdeñosa lo abandonaron. Aquella noche el ermitaño se echó sobre su estera, el rostro hacia la tierra, y lloró amargamente y golpeó las manos contra su pecho.
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