El hombre comenzó a dar alaridos de dolor, al punto que sus vecinos acudieron corriendo a averiguar lo que ocurría. Y, cuando lo averiguaron, uno de ellos preguntó:
- ¿Empleaba usted su oro en algo?
- No -respondió el avaro- lo único que hacía era contemplarlo todas las semanas.
- Bueno, entonces -dijo el vecino- por el mismo precio puede usted seguir viniendo todas las semanas y contemplar el agujero.
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