Tras el bombardeo es el turno de los cuervos y las moscas. No parece repelerles el olor a quemado. Hoy toca festín de carne humana. No sabe muy distinta.
En el suelo de Auschwitz, junto a los barracones y cámaras de gas, en agosto las hormigas buscan alimento: bayas, semillas, hojas, probablemente restos de piel o sangre. Imperturbablemente, como todos los veranos e igual que en cualquier sitio.
Y en sus pequeñas mentes, en sus microcerebros de pájaro o de insecto, cada animal intuye: “Esto no va con nosotros. No somos parte, no nos incumbe. Es cosa de humanos. Así que, nosotros, a lo nuestro”.
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