INSPIRACIÓN (Friedrich Nietzsche)
¿Tiene alguien, a fines del siglo XIX, una idea clara de eso que los poetas de las edades fuertes llamaron inspiración? Si no, os lo diré yo: con sólo un resto de superstición en nuestro interior no podríamos, desde luego, rechazar la posibilidad de ser solamente una encarnación, un portavoz, un medium de potencias superiores. Ése es el concepto de revelación, en el sentido de que, de pronto, con seguridad y fineza indecibles, algo bien visible y audible, algo que os estremece y trastorna hasta lo más mínimo de vuestro ser, describe simplemente un hecho. Se oye, sin tratar de oírlo; se toma sin tenerlo que pedir; como un relámpago surge un pensamiento, como algo necesario. No hay la menor duda al darle forma..., nunca he tenido que elegir. Un encanto, cuya formidable tensión se resuelve a veces en un torrente de lágrimas, y en el cual el ritmo de la marcha ya se acelera, ya se retarda; un estado completamente fuera de uno mismo, con una conciencia clarísima de experimentar innumerables escalofríos y estremecimientos hasta la punta de los pies; una profundidad feliz en la que las cosas más dolorosas y más siniestras no producen efectos de contraste, sino que parecen indispensables, necesarias, como si fueran un color complementario en medio de esa superabundancia de luz, un instinto de relaciones rítmicas que abrazan vastos espacios donde las formas se despliegan..., la necesidad de un ritmo amplio, son casi la medida de la fuerza de la inspiración, como un contrapeso a la presión interior, a la tensión... Todo sucede fuera del dominio de la voluntad, en un desbordamiento sentimental de la libertad, de lo absoluto, de la fuerza, de la divinidad... Lo más característico es la necesidad de la imagen, de la metáfora; uno no se da cuenta de lo que es imagen o metáfora, sino que éstas se presentan como la expresión más adecuada, más justa y más sencilla. Se podría decir, en verdad, recordando una frase de Zarathustra, que los objetos, las cosas vienen solas para ofrecerse como metáforas ("Todas las cosas se presentan dócilmente en el discurso y lo acarician y lo adulan; pues quieren montarse sobre tus espaldas. Aquí cabalgas tú mismo sobre cada parábola, en marcha hacia la verdad. Aquí brotan todas las palabras del ser y todos los secretos de esas palabras; el espíritu, el ser entero, quiere convertirse en palabra, todo el futuro quiere expresarse por ti"). Eso es lo que yo sé de la inspiración; no dudo que tendríamos que remontarnos miles de años atrás para encontrar a alguien que pudiera decirme: "Eso es también lo que yo creo".
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