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miércoles, 17 de junio de 2015

HISTORIAL (Rocío Andréu)


Sobrevivió a una apendicitis aguda con 6 años.

Se rompió el fémur izquierdo a los 9; también policontusiones… Una caída.

Tuvo dos esguinces seguidos, en el pie derecho a los 12 años (en realidad uno que no sanó).

A los trece le diagnosticaron hiperactividad y trastorno por déficit de atención.

Hasta los dieciocho años: nada.

A los dieciocho le prescribieron diazepam. El tratamiento duró seis meses.


A los 25 dieron fe de su hepatitis C, algo normal en la población reclusa.

El certificado de fallecimiento data de 2013. No llegó pues a los 27 años.

Todo ello está debidamente acreditado en su historial médico.

Pero si él pudiera escribir su historia, quizás diría en su defensa que a los seis años pasó seis días enfermo –lo recordó siempre- hasta que su abuela lo sacó envuelto en una manta y lo llevó a urgencias. (Unas horas más le habrían costado la vida.)

Quizás diría en su favor que su padre maltrató a su madre -y también a él-.

Quizás recordaría la discusión en la que se cruzó por medio, con sólo nueve años, y el golpe de su cuerpo contra la pared. Cuando se rompió la escayola del salón. Allí perdió un diente de leche, se trizó su fémur y media infancia.

Quizás alguien contaría que a los 11 años falleció su abuela, la única que lo cuidaba, y que desde entonces su vida fue la calle.

A los 12 años cometió su primer robo, y le impusieron su primera condena.

No pisó el reformatorio hasta los 14. (El primer porro se lo había fumado dos años antes, tras el funeral de su madre.)

La primera raya de coca a los 16.

Éxtasis, cristal y speed. -Nunca setas, le recordaban a su abuela-.

En la cárcel a los 20, por un delito contra la salud pública (le pillaron con unos gramos).

Un robo con violencia (12 sin ponerse).

Un quebrantamiento de condena.

Y nada más. Se quitó la vida en su celda.

“El bala”, “El nieto de la Encarna”, “El que estaba en la cárcel” ha terminado como todos predijeron. Como nadie hizo nada por evitar.

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