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jueves, 19 de noviembre de 2015

PROHIBIDO LEER (Voltaire)


Nos, Yusuf Cheribi, muftí del Santo Imperio otomano por la gracia de Dios, luz de las luces, elegido entre los elegidos, a todos los fieles aquí presentes: majadería y bendición.

Como quiera que Said Effendi, actual embajador de la Sublime Puerta ante un pequeño estado llamado Franquelia, situado entre España e Italia, ha traído entre nosotros elpernicioso uso de la imprenta, y después de haber consultado acerca de esta novedad con nuestros venerables hermanos los cadíes e imanes de la ciudad imperial de Estambul, y sobre todo con los faquires conocidos por su celo contra la inteligencia, ha parecido bien a Mahoma y a nos el condenar, proscribir y anatematizar la antedicha infernal invención de la imprenta por las causas que a continuación serán enunciadas:

1) Esta facilidad de comunicar los pensamientos tiende evidentemente a disipar la ignorancia, la cual es guardiana y salvaguardia de los Estados bien organizados.

2) Hay que temer que, entre los libros traídos de Occidente, se encuentren algunos sobre la agricultura y sobre los medios de perfeccionar las artes mecánicas, obras que podrían a la larga -(Dios no lo quiera!- espabilar el ingenio de nuestros agricultores y nuestros fabricantes, excitar su industria, aumentar sus riquezas e inspirarles algún día cierta elevación de alma y cierto amor del bien público, sentimientos absolutamente opuestos a la sana doctrina.

3) Pudiera suceder finalmente que llegásemos a tener libros de historia despojados de esas fábulas que mantienen a la nación en una feliz imbecilidad. Se cometería en tales libros la imprudencia de hacer justicia a las buenas y a las malas acciones, y de recomendar laequidad y el verdadero amor a la patria, lo que es manifiestamente contrario a los derechos de nuestra elevada autoridad.

4) Es muy posible que, dentro de algún tiempo, miserables filósofos -con el pretextoespecioso pero punible de ilustrar a los hombres y de hacerlos mejores- viniesen a enseñarnos virtudes peligrosas de las que el pueblo nunca debe tener conocimiento.

5) Incluso podrían, aumentando el respeto que tienen por Dios e imprimiendo escandalosamente que lo llena todo con su presencia, disminuir el número de peregrinos a La Meca, con gran detrimento de la salud de las almas.

6) Atendiendo a estas y otras causas, para edificación de los fieles y en pro del bien de sus almas, les prohibimos por siempre jamás leer ningún libro, bajo pena de condenación eterna. Y, temiendo que la tentación diabólica les induzca a instruirse, prohibimos a los padres y a las madres que enseñen a leer a sus hijos, bajo pena de condenación eterna. Y para prevenir cualquier infracción de nuestra ordenanza, les prohibimos expresamente pensar, bajo las mismas penas; exhortamos a todos los verdaderos creyentes para que denuncien ante nuestra oficialidad a cualquiera que haya pronunciado cuatro frases bien coordinadas de las que pudiera inferirse un sentido claro y neto. Ordenamos que en todas las conversaciones hay que servirse de términos que no signifiquen nada, según el antiguo uso de la Sublime Puerta.

Y para impedir que vaya a entrar algún pensamiento de contrabando en la sagrada ciudad imperial, hacemos especial encargo al primer médico de su alteza, nacido en algún remoto pantano del cansado Occidente septentrional; pues dicho médico, que ya ha matado a cuatro augustas personas de la familia otomana, está más interesado que nadie en evitar la menor introducción de conocimientos en el país; por la presente le conferimos el poder de capturar toda idea que se presente por escrito o de palabra ante las puertas de la ciudad y le ordenamos que traiga dicha idea atada de pies y manos ante nuestra presencia para que le inflijamos el castigo que nos parezca más conveniente.

Dado en nuestro palacio, el día 7 de la luna de Maharem, en el año 1143 de la hégira

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