No significa que haya perdido. Mejor dicho, tampoco significa que haya ganado nada.
Después de todo no hay a quien ganarle.
Fue por pura casualidad, fue por un simple azar del destino. Podría no haber sido yo. Podría no haber sido nadie y simplemente deshacernos todos en el último soplo como hojas caídas de árboles en el otoño.
Si no hubiera estado allí, si hubiera estado en otra parte, de no ser por ese sótano maldito…
No importa ya recordar los momentos que pasé en él.
Soy la última de los seres humanos de la tierra (o al menos eso creo, creo que la soberbia se extinguirá finalmente cuando yo muera), he caminado durante meses y años buscando a algún otro, pero no he encontrado a ninguno.
Cuando veo mis manos puedo verlas envejecer desgastadas por la lima de los años, aunque por miedo al reflejo he dejado de mirarme en el agua. Sólo quiero recordar mi rostro como era hace tanto tiempo.
A veces creo que han pasado siglos y que esto no es más que una maldición.
No sé cómo no me he vuelto loca, o tal vez ya no me dé cuenta debido a que nadie puede decirme el parámetro de lo que es normal.
Los animales me miran pero excepto mi perro ninguno se me acerca, tal vez teman quedar malditos ellos también.
Una vez fantaseamos con mis amigos qué era lo que haríamos de ser los últimos en la tierra, pero en aquel momento sólo existía la duda y la pregunta con las posibilidades latentes a través de nuestras mentes. Ya no hay dudas, sólo certeza, lo cual es peor porque ahora sé realmente lo que es sin posibilidad de escaparme de ello. Y si así se siente la soledad es en verdad terrible y abrumadora.
Sólo me queda el impulso de continuar caminando y dejar grabadas estas palabras en piedra para que alguien más me encuentre, si es que llega a leerlas.
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