Aquel gusano se negó a cambiar (“Invertebrado soy, mas sólido y coherente”) y toda su vida siguió arrastrándose, sin tejer un capullo, sin tornarse crisálida, sin alas brotando de sus anillos, y sin poder volar, mientras los otros -vueltos ya mariposas- con pena lo miraban desde el cielo.
Inmovilista
ResponderEliminarHombre terco, hombre necio.
ResponderEliminar