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lunes, 27 de abril de 2015

MI GATO QUIERE SER POETA (Mario Meléndez)

Mi gato quiere ser poeta, y para ello revisa todos los días mis originales y los libros que tengo en casa. Él cree que no me doy cuenta, es demasiado orgulloso para dejar que le ayude. Lleva consigo unos borradores en los que anota con cuidado cada cosa que hago y que digo. Ayer no más, en uno de mis recitales, apareció de incógnito entre la gente; vestía camisa a cuadros y mis viejos zapatos rojos que no veía hace tiempo. Al terminar la función, se acercó con mi libro en la mano, quería que lo autografiara, y para ello me dio un nombre falso, un tal Silvestre Gatica. Yo le reconocí de inmediato por sus grandes bigotes y su cola peluda, pero no dije nada, y preferí seguirle la corriente. Luego me deslizó bajo el brazo uno de sus manuscritos: “Léalos cuando pueda, Maestro”, me dijo, y se despidió entre elogios y parabienes. Y sucedió que anoche, y como no lograba dormir, levanté con desgano aquel obsequio para darle una mirada. Era un poema de amor, un hermoso poema de amor dedicado a Susana, la gatita siamés que vivía a los pies del sitio. Parecía un texto perfecto, tenía fuerza y ritmo e imaginación, y todos los elementos necesarios para decir que era un gran poema, y sin duda era un gran poema, un poema como pocas veces había leído. Entonces me entró la rabia y la envidia y la cólera, y me pilló la madrugada con el texto entre las manos sin atreverme a romperlo o hacerle correcciones. Que Dios me perdone por esto pero no veo otra salida, mañana echaré mi gato a la calle y publicaré el poema bajo mi nombre.

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