UNA VIEJA HISTORIA (Xuan Bello)

Un corresponsal de pueblo, de la zona de Babia, en León, vivía en la más completa soledad, pero cumpliendo fielmente las obligaciones de su cargo comunicaba siempre al periódico las pequeñas cosas que allí pasaban: una vaca comida por los lobos, una reclamación de los vecinos para que asfaltaran una pista, etc.

Una noche llamó a la redacción y dijo que iba a dar al periódico una importante primicia: se había cometido en el pueblo un crimen espantoso y pedía que enviasen un redactor y un fotógrafo para cubrir la noticia. 

Un crimen horrible sucede todos los días, pero no frecuentemente a la puerta de casa, y hacia las seis de la mañana para allí se dirigió quien me lo contaba acompañado de un fotógrafo. Cantaban los gallos, quebraban albores cuando llegaron a la aldea donde descubrieron al corresponsal disfrazado con todos los trapos imaginables de la caza: sombrero, canana y, al hombro, una escopeta de doble cañón. 

«¿Dónde está el muerto?», preguntaron. 

«Muerto todavía no hay», contestó el corresponsal, «pero lo va a haber enseguida porque de hoy no pasa el cabrón de Honorato». 

Se quedaron estupefactos los visitantes y el corresponsal añadió: «Vamos a tomar algo al bar. No se puede matar a nadie en ayunas».

Estuvieron toda la mañana en el bar escuchando las quejas del corresponsal: que si Honorato le metía las vacas en la era, que si se reía de su mujer... El periodista, el fotógrafo y el corresponsal se pasaron el día bebiendo. Y a última hora el corresponsal, ya satisfecha su soledad, les mandó que se volviesen para la capital: «¿Sabéis lo que os digo? Que ya no hay noticia: borracho yo no mato a nadie».