Aún no existían
las notas musicales
y él ya trinaba.
Con un cajón,
con cuerdas de metal
o con un tubo.
No más que un orden
en el vibrar de alambres,
en los soplidos…
Sublime música
la de esa caña hueca
con agujeros.
Desde tan poco
(aire - hilos - golpes) brota
tanta emoción.
Sobre una caja
de madera, seis cuerdas
lloran y ríen.
No de un violín
sino del otro mundo
viene esta música.
En lo profundo,
puertas que solamente
la música abre.
Sin decir nada
la música -¡ la música !-
lo dice todo.
Sí, Federico:
No hay quien detenga el llanto
de la guitarra.
También al piano
dejémosle que llore
hasta el final.
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