Cuando los tres cruzamos la calle incluso el semáforo se puso en rojo. Con los coches resoplando gas y rodeados por el tumulto de personas me agarré del brazo de aquel que estaba a mi derecha. Y no de aquel por quien llevaba el anillo. Cuando los cuatro nos encontramos tras el cruce, todos lo supieron. El uno. El otro. El silencio. Y yo.
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